¿Eres un Comedor Emocional?
Te aseguro que el título te atrajo a este post, soy Andrea Berrocal de Guenta Emporio y te respondo en breve, no, no eres un comedor emocional, eres más que eso, eres un cuerpo, una mente y una emoción al mismo tiempo, los 3 en uno ¡que pack más conveniente! No? Cuerpo – Mente- Emoción (y le agregaría espíritu) intencionas uno y se mueven los otros dos, está en ti, en tus decisiones cotidianas, en la forma en que vives tu vida, en la que procesas lo que ocurre a tu alrededor, en lo que comes, en lo que dejas que te afecte, en tu resignación u oposición, en tus creencias, en tus expectativas, en definitiva, está en tus manos.
Con tanta información en las redes, en libros, en estudios ya no podemos pensar en una causa y un efecto, esto no es lineal, la vida no es lineal, las emociones se alternan, los pensamientos muchas veces irrumpen sin previo aviso y llenan nuestra mente de un futuro, de lo que harás mañana, de lo que quieres más adelante, o nos llevan al pasado, de lo que fue(o ya no fue). Nuevamente, tú decides lo que quieres traer al presente, eso que traes viene cargado de la emoción que viviste y si buscas encontrarás el lugar en tu cuerpo que la manifiesta y un alimento que acompaña tu vivencia en el aquí y ahora. Vamos al grano, ahora que estamos en sintonía.
El «comedor emocional» es un concepto relativamente nuevo que habla de una persona que rige sus decisiones alimentarias a partir de la o las emociones que lo acompañan en ese momento, principalmente negativas, es quien come por hambre emocional y no por hambre física. Habla de la búsqueda de placer comiendo una barra de chocolate cuando nos sentimos tristes o la ingesta de comida rápida cuando nos encontramos ansiosos. Este concepto queda «corto» si te cuento que ciertos alimentos pueden generar niveles alterados de serotonina y dopamina, principales neurotransmisores implicados en la depresión y la ansiedad. Entonces la pregunta aparece por sí misma, ¿es la alimentación la que altera mis emociones o son mis emociones las que alteran mis elecciones alimentarias? La respuesta no es simple, como te planteo más arriba, la cuestión no es lineal, hay una serie de factores que van desde las características del alimento (aroma, textura, sabor, presentación, temperatura), pasando por condicionamientos de respuesta fisiológica como por ejemplo cuando a un niño se le ofrece un «rico» para calmar un berrinche (de seguro de adulto, ante la frustración, buscará calmarla ingiriendo un alimento con características similares al «rico» que le dieron de niño) hasta los hábitos de vida como lo son el tipo de dieta (en Chile tenemos la costumbre de comer mucho pan, carne y papas), la actividad física (o tendencia al sedentarismo sobre los 35 años), la calidad del sueño (o el repaso de preocupaciones principalmente en la noche), el estrés (o vida moderna).
Esta es una afirmación disruptiva!!! Existe una relación recíproca entre alimento y emoción, entre sistema inmunitario y cerebro emocional. Estudios realizados el año 2005 sugieren que el funcionamiento del corazón afecta las funciones cerebrales y como consecuencia al pensamiento, las emociones y el comportamiento. (Es sabido que una dieta desequilibrada afecta al corazón entre otros órganos). Otros estudios han encontrado relaciones entre alimentación y comportamiento antisocial, violencia y delincuencia. En conclusión, el cerebro necesita amor, educación y nutrientes.
Podemos pensar en nuestro intestino como la mano derecha de nuestro cerebro, en él se aloja el sistema nervioso entérico, una suerte de segundo cerebro. No sólo realiza funciones fisiológicas, también influye directamente en las emociones. Se ha descubierto que en él se produce la mayor parte de la serotonina y casi la mitad de la dopamina que circulan por nuestro organismo, dos neurotransmisores relacionados con el placer y el confort espiritual (y como dije más arriba, con la depresión y la ansiedad).
Lo que llevamos a nuestra boca es mucho mas controlable por nosotros mismos que nuestros pensamientos y nuestras emociones, podemos empezar a buscar ese bienestar subjetivo a través de nuestro alimento. Y pasa que, quizás sin saber, llevamos una dieta desequilibrada, escasa en fibra, agua y alimentos fermentados, y muy rica en proteínas animales, azúcares simples y grasas trans. No te culpo, la verdad es que la vida moderna nos hace correr y tener poco tiempo, por otro lado la industria alimentaria ha sacado provecho de ello y nos ofrece la solución con productos listos para consumo a buen precio, pero colmados de edulcorantes artificiales, grasas vegetales parcialmente hidrogenadas, colorantes, sabor «idéntico» al natural, nitratos, mercurio y otros metales pesados imposibles de eliminar por el organismo, protegidos por envases fabricados con bisfenol A o BPA (en definitiva poco saludables). Entonces el primer paso puede ser poner atención a lo que comes, cuando lo comes y cómo lo comes (olvídate de comer bajo estrés, busca la calma para alimentarte).
Está emergiendo un consenso entre los expertos en nutrición sobre lo que constituye una forma saludable de comer:
- Poca o ninguna carne roja
- Alto contenido de verduras, frutas, legumbres y soja (ojo, no transgénica)
- Pocos hidratos de carbono simples y refinados como azúcar, harina
- Consumo elevado de Omega 3
- Pocas grasas
- Preferir la calidad por sobre la cantidad
Te doy otro dato para que consideres mi propuesta, en 2013 Beatrice Colomb de la Universidad de California mostró los resultados sobre su investigación en torno a la alimentación y develó que el consumo de grasas trans se asociaban a un aumento de la irritabilidad, impaciencia y agresividad. ¿Sabes donde están esas grasas trans? En la bollería industrial, la comida rápida, las margarinas, las pizzas congeladas, las palomitas para microondas, productos precocidos como las croquetas o canelones,… ahora te invito que abras tu despensa o tu refrigerador, preocupante ¿no?
Claramente no es fácil hacer el cambio y lo que NO te recomiendo es que empieces a hacer algo como una «Dieta de restricción», es asegurarte el fracaso, simplemente porque cuando te impones a NO hacer algo la emoción desde la que actúas es negativa y esa misma emoción te va a llevar a buscar ese alimento que no debes consumir. Lo que te propongo es:
- Reemplazar azúcar refinada por azúcar integral o endulzantes con índice glicémico más bajo como el Agáve, Syrup de Dátiles o Stevia.
- Reemplazar las harinas refinadas por integrales o harinas de frutos secos, legumbres o semillas
- Reemplazar la carne roja por carnes vegetales o legumbres
- Consumir Omega 3 ya sea pescado azúl (Jurel, Sardina), chía, linaza o algún complemento nutricional
- Incorporar Probióticos que te ayudan a restaurar tu microbioma intestinal
- Aumentar el consumo de agua pura durante el día
Y lo más importante, te invito a aprender nuevas formas de cocinar, dale una oportunidad a la cocina vegetariana o vegana, existen platos exquisitos con ingredientes económicos y saludables, inténtalo te vas a sorprender.
El último dato que te doy para que termines este post motivada/o tiene que ver con la epigenética: los efectos de una alimentación sana repercuten en los genes que se transmiten de generación en generación, entonces lo que hacemos con nuestra vida personal ahora puede pasar a las generaciones futuras (como a nuestros hijos y nietos) a través de nuestros genes.